Las empresas de hoy enfrentan el desafío de lograr el equilibrio adecuado entre dos factores fundamentales:
1. La tecnología
2. El conocimiento individual que cada integrante aporta a la organización.
En este artículo, me centraré en este último factor, con especial énfasis en el conocimiento explícito; es decir, aquel que ya se encuentra documentado. Analizaremos la dinámica de cómo no todo conocimiento explícito en una organización es realmente aplicable en la práctica.
Para ilustrar este punto, permítanme comenzar con una breve historia que nos ayudará a contextualizar.
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